Whose are the little beds, I asked,
Which in the valleys lie?
Some shook their heads, and others smiled —
And no one made reply.
Perhaps they did not hear, I said,
I will inquire again —
Whose are the beds — the tiny beds
So thick upon the plain?
’Tis Daisy, in the shortest —
A little further on —
Nearest the door — to wake the Ist —
Little Leontoden.
’Tis Iris, Sir, and Aster —
Anemone, and Bell —
Bartsia, in the blanket red —
And chubby Daffodil.
Meanwhile, at many cradles
Her busy foot she plied —
Humming the quaintest lullaby
That ever rocked a child.
Hush! Epigea wakens!
The Crocus stirs her lids —
Rhodora’s cheek is crimson,
She’s dreaming of the woods!
Then turning from them reverent —
Their bedtime ’tis, she said —
The Bumble bees will wake them
When April woods are red.
Which in the valleys lie?
Some shook their heads, and others smiled —
And no one made reply.
Perhaps they did not hear, I said,
I will inquire again —
Whose are the beds — the tiny beds
So thick upon the plain?
’Tis Daisy, in the shortest —
A little further on —
Nearest the door — to wake the Ist —
Little Leontoden.
’Tis Iris, Sir, and Aster —
Anemone, and Bell —
Bartsia, in the blanket red —
And chubby Daffodil.
Meanwhile, at many cradles
Her busy foot she plied —
Humming the quaintest lullaby
That ever rocked a child.
Hush! Epigea wakens!
The Crocus stirs her lids —
Rhodora’s cheek is crimson,
She’s dreaming of the woods!
Then turning from them reverent —
Their bedtime ’tis, she said —
The Bumble bees will wake them
When April woods are red.
Emily Dickinson
*
¿De quiénes son las camitas, pregunté,
que en los valles yacen?
Algunas menearon la cabeza, y otras sonrieron —
pero ninguna respondió.
A lo mejor no me han oído, me dije,
Volveré a preguntar —
¿De quiénes son las camas — las menudas camas
tan tupidas en la llanura?
Está Margarita, en la más corta —
y un pelín más allá —
junto a la puerta — para despertarse el 1ero —
el pequeño Leontodón.
Está Iris, Señor, y Aster —
Anémona, y Campanilla —
Bartsia, bajo la manta roja —
y el rechoncho Narciso.
Entretanto, en muchas cunas
sus bulliciosos pies aligeraba —
tarareando la nana más pintoresca
que jamás meció a un bebé.
¡Silencio! ¡Que se despierta Epigea!
El Azafrán le cosquillea los párpados —
El Brezo tiene las mejillas coloradas,
¡Está soñando con el bosque!
Dejándolas luego con reverencia —
es su hora de dormir, me dijo —
Los Abejorros las despertarán
cuando el bosque de Abril sea rojo.
que en los valles yacen?
Algunas menearon la cabeza, y otras sonrieron —
pero ninguna respondió.
A lo mejor no me han oído, me dije,
Volveré a preguntar —
¿De quiénes son las camas — las menudas camas
tan tupidas en la llanura?
Está Margarita, en la más corta —
y un pelín más allá —
junto a la puerta — para despertarse el 1ero —
el pequeño Leontodón.
Está Iris, Señor, y Aster —
Anémona, y Campanilla —
Bartsia, bajo la manta roja —
y el rechoncho Narciso.
Entretanto, en muchas cunas
sus bulliciosos pies aligeraba —
tarareando la nana más pintoresca
que jamás meció a un bebé.
¡Silencio! ¡Que se despierta Epigea!
El Azafrán le cosquillea los párpados —
El Brezo tiene las mejillas coloradas,
¡Está soñando con el bosque!
Dejándolas luego con reverencia —
es su hora de dormir, me dijo —
Los Abejorros las despertarán
cuando el bosque de Abril sea rojo.
traducción de Álvaro Torres Ruiz
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